martes, 22 de marzo de 2016

Origen del nombre de nuestro cole

EL MARQUESADO DE LEGANÉS

Felipe IV
El Marquesado de Leganés es un título nobiliario español, creado por el rey Felipe IV el 22 de junio de 1627, a favor de Diego Mesía Felípez de Guzmán y Dávila, vizconde de Butarque, Comendador Mayor de León, General de los Ejércitos, Presidente del Consejo de Flandes y de Italia, Gobernador de Milán y de los Países Bajos y alcalde del Real Sitio de Aranjuez.

Primer Marqués de Leganés
Diego Mesía Felípez de Guzmán y Dávila, primer marqués de Leganés, era el cuarto hijo de Diego Velázquez Dávila y Bracamonte, conde de Uceda, y de su segunda esposa, Leonor de Guzmán, hija de Pedro Pérez de Guzmán y Zúñiga, conde de Olivares. Tuvo la suerte de ser primo del conde-duque de Olivares (Gaspar de Guzmán y Pimentel), valido de Felipe IV; y, en gran parte, gracias a este parentesco, pudo ascender en el escalafón militar, social y económico de su época. Llegó a ostentar cargos como el de general de los ejércitos del rey en Flandes, Portugal, Alemania y Cataluña; gobernador de Milán o presidente del Consejo de Flandes, entre otros.

Siendo apenas un adolescente viajó a la corte de Bruselas. Allí pasaría veinte años, alcanzando cierta notoriedad y riqueza. De regreso a Madrid, y siendo su primo el depositario de la confianza del rey, su auge social aumentó. Esto le permitió comprar los derechos señoriales de la entonces aldea de Leganés (que desde ese momento pasó a ser villa), allá por 1626, por unos 20.000 ducados. De esta manera, se convirtió en señor de vasallos, requisito imprescindible para poder gozar de un título nobiliario. Al año siguiente, Felipe IV le otorga el título de Marqués de Leganés, cambiando su nombre y pasando a llamarse Diego Felípez de Guzmán, en honor a sus benefactores. 

Durante su vida fue acusado de aprovecharse de sus cargos y de enriquecerse ilícitamente, sobre todo, tras la muerte de su protector, su primo, en 1643. Logró salir airoso de un proceso judicial en su contra.

Murió en su palacio situado en las calles céntricas de Madrid en 1655. Pero, además, poseía otras dos grandiosas casas: una, en Morata de Tajuña; otra, en Leganés, en la  vega del arroyo Butarque. Entre todas ellas se diseminaba su magnífica colección de  pinturas, acumulada durante años debido a su gran afición por el arte.

LA COLECCIÓN DE ARTE DEL MARQUÉS DE LEGANÉS

En el siglo XVII hubo una verdadera fiebre por el coleccionismo por parte de la nobleza: calaveras enanas, relojes, autómatas, fósiles, ídolos aztecas que se traían de América, conchas marinas, estatuas romanas… Las colecciones se acumulaban en sus lujosas mansiones y ellos competían orgullosos por mostrarlas a todo el mundo. Pero esta costumbre la habían copiado de los reyes, que eran los primeros en acumular objetos y artilugios para su ocio, distracción y deleite. Y el arte pictórico, en todas sus manifestaciones, no podía ser menos.

El marqués de Leganés fue uno de los principales coleccionistas de arte de la España del barroco e, incluso, de toda Europa. Su fortuna personal, por una parte, y sus continuos viajes al resto del continente debido a su actividad diplomática, militar y política, por otra, le permitieron adquirir obras de los pintores de mayor prestigio y renombre de su época. Poseyó obras de autores españoles, italianos y, sobre todo, flamencos. 

La colección de don Diego Mesía y Guzmán alcanzó un total de mil trescientas treinta y tres obras. Después de su muerte, la colección permaneció intacta durante los siglos XVII y XVIII. Luego, durante el siglo XIX, se produjo la dispersión absoluta de los cuadros por el resto del mundo. Actualmente, la gran mayoría los podemos ver por los más importantes museos y en las mejores colecciones privadas de arte.

El Museo del Prado de Madrid alberga una parte de dicha colección. Corresponde a obras que fueron regalos del marqués a Felipe IV en el siglo XVII, y que pasaron a engrosar la colección real. Muchas de ellas no se encuentran en la exposición permanente del museo y esperan en sus depósitos una oportunidad para que puedan ser admiradas.

En la siguiente galería de imágenes se pueden apreciar algunos de estos cuadros.



Vieja mesándose los cabellos, de Quintin Massys (después de 1501)
Federico Gonzaga, duque de Mantua, de Tiziano Vecellio (1529)
Acto de devoción de Rodolfo I de Habsburgo, de Pedro Pablo Rubens (antes de 1630)
La visión de San Huberto, de Rubens y Jan Brueghel ‘el Viejo’(entre 1615 y 1620)
La muerte de Séneca, de Rubens (1636)
Retrato de enano, de Juan van der Hamen y León (1616)
La inmaculada Concepción, de Rubens (entre 1628 y 1629)