Felipe IV |
El Marquesado de Leganés es un título nobiliario español, creado por el
rey Felipe IV el 22 de junio de 1627, a favor de Diego Mesía Felípez de
Guzmán y Dávila, vizconde de Butarque, Comendador Mayor de León, General
de los Ejércitos, Presidente del Consejo de Flandes y de Italia,
Gobernador de Milán y de los Países Bajos y alcalde del Real Sitio de
Aranjuez.
Primer Marqués de Leganés |
Diego Mesía Felípez de Guzmán y Dávila, primer marqués de Leganés, era
el cuarto hijo de Diego Velázquez Dávila y Bracamonte, conde de Uceda, y
de su segunda esposa, Leonor de Guzmán, hija de Pedro Pérez de Guzmán y
Zúñiga, conde de Olivares. Tuvo la suerte de ser primo del conde-duque
de Olivares (Gaspar de Guzmán y Pimentel), valido de Felipe IV; y, en
gran parte, gracias a este parentesco, pudo ascender en el escalafón
militar, social y económico de su época. Llegó a ostentar cargos como el
de general de los ejércitos del rey en Flandes, Portugal, Alemania y
Cataluña; gobernador de Milán o presidente del Consejo de Flandes, entre
otros.
Siendo apenas un adolescente viajó a la corte de Bruselas. Allí pasaría
veinte años, alcanzando cierta notoriedad y riqueza. De regreso a
Madrid, y siendo su primo el depositario de la confianza del rey, su
auge social aumentó. Esto le permitió comprar los derechos señoriales de
la entonces aldea de Leganés (que desde ese momento pasó a ser villa),
allá por 1626, por unos 20.000 ducados. De esta manera, se convirtió en
señor de vasallos, requisito imprescindible para poder gozar de un
título nobiliario. Al año siguiente, Felipe IV le otorga el título de
Marqués de Leganés, cambiando su nombre y pasando a llamarse Diego
Felípez de Guzmán, en honor a sus benefactores.
Durante su vida fue acusado de aprovecharse de sus cargos y de
enriquecerse ilícitamente, sobre todo, tras la muerte de su protector,
su primo, en 1643. Logró salir airoso de un proceso judicial en su
contra.
Murió
en su palacio situado en las calles céntricas de Madrid en 1655. Pero,
además, poseía otras dos grandiosas casas: una, en Morata de Tajuña;
otra, en Leganés, en la vega del arroyo Butarque. Entre todas ellas se
diseminaba su magnífica colección de pinturas, acumulada durante años
debido a su gran afición por el arte.
LA COLECCIÓN DE ARTE DEL MARQUÉS DE LEGANÉS
En el siglo XVII hubo una verdadera
fiebre por el coleccionismo por parte de la nobleza: calaveras enanas,
relojes, autómatas, fósiles, ídolos aztecas que se traían de América,
conchas marinas, estatuas romanas… Las colecciones se acumulaban en sus
lujosas mansiones y ellos competían orgullosos por mostrarlas a todo el
mundo. Pero esta costumbre la habían copiado de los reyes, que eran los
primeros en acumular objetos y artilugios para su ocio, distracción y
deleite. Y el arte pictórico, en todas sus manifestaciones, no podía ser
menos.
El
marqués de Leganés fue uno de los principales coleccionistas de arte de
la España del barroco e, incluso, de toda Europa. Su fortuna personal,
por una parte, y sus continuos viajes al resto del continente debido a
su actividad diplomática, militar y política, por otra, le permitieron
adquirir obras de los pintores de mayor prestigio y renombre de su
época. Poseyó obras de autores españoles, italianos y, sobre todo,
flamencos.
La
colección de don Diego Mesía y Guzmán alcanzó un total de mil
trescientas treinta y tres obras. Después de su muerte, la colección
permaneció intacta durante los siglos XVII y XVIII. Luego, durante el
siglo XIX, se produjo la dispersión absoluta de los cuadros por el resto
del mundo. Actualmente, la gran mayoría los podemos ver por los más
importantes museos y en las mejores colecciones privadas de arte.
El
Museo del Prado de Madrid alberga una parte de dicha colección.
Corresponde a obras que fueron regalos del marqués a Felipe IV en el
siglo XVII, y que pasaron a engrosar la colección real. Muchas de ellas
no se encuentran en la exposición permanente del museo y esperan en sus
depósitos una oportunidad para que puedan ser admiradas.
En la siguiente galería de imágenes se pueden apreciar algunos de estos cuadros.
Vieja mesándose los cabellos, de Quintin Massys (después de 1501)
Federico Gonzaga, duque de Mantua, de Tiziano Vecellio (1529)
Acto de devoción de Rodolfo I de Habsburgo, de Pedro Pablo Rubens (antes de 1630)
La visión de San Huberto, de Rubens y Jan Brueghel ‘el Viejo’(entre 1615 y 1620)
La muerte de Séneca, de Rubens (1636)
Retrato de enano, de Juan van der Hamen y León (1616)
La inmaculada Concepción, de Rubens (entre 1628 y 1629)